LA HOJA DE RUTA HACIA UNA EUROPA EFICIENTE EN EL USO DE LOS RECURSOS
La Iniciativa emblemática se completa con una Hoja de ruta en la que la Comisión plantea una visión de la Unión Europea para el año 2050 junto con los hitos a lograr a media etapa, en 2020, para situarnos en una senda de eficiencia en uso de los recursos y poder recoger los beneficios esperados.
La Comisión dibuja así para el año 2050 una Unión Europea en la que “la economía de la UE habrá crecido de manera respetuosa con las restricciones de recursos y con los límites del planeta, contribuyendo de esta manera a la transformación económica mundial. Nuestra economía será competitiva e integradora y proporcionará un elevado nivel de vida con un impacto medioambiental mucho menor. Todos los recursos se gestionarán de manera sostenible, desde las materias primas hasta la energía, el agua, el aire, la tierra y el suelo. Se habrán alcanzado los objetivos intermedios sobre el cambio climático, al tiempo que se habrán protegido, valorado y restablecido sustancialmente la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que esta sustenta”.
Es fácil imaginar que para llegar a esa meta resulta necesario actuar en los más distintos sectores de la actividad económica. Así, la Hoja de ruta plantea acciones en campos como el consumo y producción sostenibles, los residuos, la investigación, los precios de bienes y servicios o la fiscalidad; los recursos naturales (agua, minerales, suelos, aire, recursos marinos,…), la biodiversidad y los ecosistemas; el transporte, la edificación o la alimentación, entre otros.
Sería muy largo examinar en detalle cada uno de los hitos planteados, pero sí resulta ilustrativo recordar al menos algunos de los más destacados, así como reflexionar sobre el papel que les corresponde en este caminar hacia una economía más eficiente en el uso de los recursos.
Caminar hacia una producción y consumo sostenibles
Esta línea de acción descansa sobre el poder del mercado para orientar la utilización de servicios y el consumo de bienes, así como el modo en que han de producirse, a través de la selección que hacen los consumidores públicos y privados a la hora de decantarse por aquellos que tengan menor impacto ambiental y que sean más eficientes en el uso de los recursos. Condición esencial para que los consumidores puedan elegir adecuadamente es contar con análisis de impacto completos basados en el ciclo de vida, así como hacer que la información llegue de modo adecuado a los consumidores e inversores.
Con este propósito la Comisión ha propuesto como objetivo intermedio que en 2020, los ciudadanos y las autoridades públicas cuenten con los incentivos adecuados para elegir los productos y servicios más eficientes en el uso de los recursos, gracias a unas señales de los precios adecuadas y a una información medioambiental clara.
Además, habrá que proveer al mercado de los adecuados instrumentos regulatorios y de mercados (incentivos, cargas, etc.) para que las señales de precio se produzcan de modo acorde con dicho objetivo y para que tanto en la fase de oferta como en la de demanda se elijan las opciones adecuadas. Entre otros instrumentos de actuación, la Comisión prevé reforzar la contratación pública verde para los productos que tengan mayor impacto ambiental o, por ejemplo, establecer un sistema de medición de la huella ecológica de cada producto a través de las modificaciones oportunas de la directiva de diseño ecológico con el objeto de promover el uso eficiente de los recursos presentes en los productos (por ejemplo, al favorecer su reutilización, recuperación o reciclado, abordar su durabilidad, etc.).
Reducir la cantidad de recursos que se tiran (residuos) y aumentar su vida útil
Es muy importante conseguir que los residuos se conviertan en recursos que vuelven a formar parte del sistema productivo como materias primas, para lo que resulta clave aumentar considerablemente su reutilización y reciclado. La Comisión destaca que como promedio, en la Unión Europea únicamente se recicla el 40% de los residuos producidos, mientras la capacidad de mejora es considerable, como lo muestran algunos Estados miembros en los que se llega a un 80% de reciclado.
Define para ello la Comisión un objetivo intermedio bien ambicioso para 2020, año en el que los residuos se gestionarán como recursos. … El reciclado y la reutilización de los residuos serán opciones económicamente atractivas para los operadores públicos y privados, ya que la recogida selectiva estará muy extendida y se habrán desarrollado mercados funcionales para las materias primas secundarias…. La recuperación de energía se limitará a los materiales no reciclables, se habrá eliminado prácticamente la descarga en vertederos y el reciclado de alta calidad estará garantizado.
Sugiere para ello una variada diversidad de actuaciones regulatorias y a través de instrumentos de mercado.
Los precios y la fiscalidad
Es obvio que solo con unos precios adecuados podrá el mercado producir las señales correctas en cuanto a las opciones de compra y de inversión. Y el problema es que los precios de bienes y servicios están distorsionados a través de una compleja variedad de incentivos, cargas y subvenciones, y no reflejan ni los costes ni los impactos ambientales reales. Esta situación conduce al problema de que en ocasiones las prácticas más ambientales se ven discriminadas en favor de otras más ineficientes o que tienen impactos ambientales mayores y que son más caras pero cuyo precio resulta finalmente más barato para el consumidor debido a la contribución de subvenciones e incentivos.
Este problema ha sido identificado ya hace tiempo y a pesar de los intentos realizados, la situación es suficientemente compleja como para que, en conjunto, se haya podido avanzar de modo sustantivo. No obstante, su corrección es un requisito imprescindible para entrar en una senda de eficiencia en el uso de los recursos. Una vez más, la Comisión vuelve a plantear actuar en este campo con el objetivo intermedio de que en 2020 se hayan eliminado las subvenciones perjudiciales para el medio ambiente y se hayan adoptado medidas transitorias alternativas para las personas necesitadas.
Del mismo modo, la carga impositiva tiene también una influencia determinante en el mercado, y lo que se señala es que en este momento está al revés y, en vez de favorecer, dificulta la solución de dos problemas particularmente acuciantes: el desempleo y la degradación ambiental. De hecho, con el sistema impositivo más habitual, la contratación laboral tiene cargas elevadas mientras que las de la contaminación son más bien bajas o inexistentes. Lo que desde hace tiempo se plantea, y el propio Consejo Europeo así lo ha recogido también en diversas ocasiones, es subir la carga fiscal a las actividades ineficientes y contaminantes mientras se reduce la correspondiente a la contratación laboral, todo ello dentro de un marco de neutralidad fiscal, es decir, sin que aumente la presión fiscal.
Su puesta en práctica es también una tarea bien compleja que todavía tiene mucho camino por delante. No por ello la Comisión la abandona, y vuelve a identificarla como otro objetivo intermedio para 2020 cuando se debe constatar un desplazamiento sustancial de la tributación de las rentas del trabajo hacia la tributación medioambiental, en particular mediante el ajuste periódico de los tipos reales, que entrañe un aumento considerable de la parte que representan los impuestos medioambientales respecto a los ingresos públicos, en consonancia con las mejores prácticas de los Estados miembros.
En este caso, las competencias de actuación corresponden a los Estados miembros, por lo que la Comisión orienta sus acciones a las recomendaciones en el marco de la implementación de Europa2020 y de los Planes Nacionales de Reforma correspondientes.
Biodiversidad y servicios de los ecosistemas
Nuestra supervivencia y bienestar dependen en una muy gran medida de los servicios de los ecosistemas que dan lugar a la vida. La abundancia y generosidad con que se proveían estos servicios ha hecho que en la práctica su conservación se haya tenido muy poco en cuenta en la actividad económica y en la vida diaria. Son servicios tan esenciales como la calidad del aire que respiramos o del agua que utilizamos, la comida (vegetales, carne y pescado) que nos sustenta o la provisión de principios activos para muchos medicamentos, por citar solo algunos de los centenares de ejemplos que se pueden poner.
El caso es que la creciente presión que la actividad humana (contaminación, destrucción de hábitats o sobrexplotación de recursos) está ejerciendo sobre los ecosistemas y sobre la biodiversidad en la que éstos se sustentan, hace que cada vez estén sometidos a mayor estrés y que la provisión de servicios y productos se vea cada más comprometida. Dicen los expertos que si no se cambia la tendencia, es posible que en un futuro no muy lejano tal vez no sean ya capaces de ofrecer las condiciones necesarias para el mantenimiento de nuestra vida como hoy la conocemos.
Por ello la Comisión reitera aquí como objetivos intermedios para 2020 los establecidos por el Consejo Europeo y por el Consejo bajo Presidencia española de la Unión Europea en marzo de 2010:
- En 2020, el capital natural y los servicios ecosistémicos se valorarán adecuadamente y serán tomados en consideración por las autoridades públicas y las empresas.
- En 2020, la pérdida de biodiversidad en la UE y la degradación de los servicios ecosistémicos se habrán detenido y, en la medida de lo posible, se habrá restablecido la biodiversidad.
Alimentación
La alimentación es un sector productivo de primera magnitud en el que también caben, mediante la acción conjunta de todas las partes interesadas (agricultores, administración, industria, comercio y consumidores), importantes mejoras en materia de eficiencia en el uso de los recursos (energía, transporte, utilización de agua, abonos y pesticidas, conservación del suelo, etc.). Además la Comisión resalta que “solo en la UE desechamos 90 millones de toneladas de alimentos al año, es decir, 180 kg por persona. Gran parte de esos desechos son alimentos aptos aún para el consumo humano”. Aborda también por lo tanto una serie de acciones en este sector, encaminadas al logro de un importante objetivo para 2020 al situarlo como el año en el que se habrán generalizado los incentivos para una producción y un consumo de alimentos más sanos y sostenibles y se habrá conseguido reducir un 20 % la aportación de recursos a la cadena alimenticia. La eliminación de residuos alimenticios comestibles se habrá reducido a la mitad en la UE».
Edificación
Es un sector que mueve muchos recursos tanto en la fase de construcción como durante su utilización y en el que se ha identificado un importante potencial de mejora en materia de eficiencia. La Hoja de Ruta destaca que en conjunto afecta al 40% del consumo final de energía de la Unión Europea, a cerca del 35% de las emisiones de gases de efecto invernadero y a más del 50% de los materiales extraídos, al tiempo que destaca su importancia en cuanto al ahorro de agua. Cifras que por si solas dan ya una idea la importancia del sector y de lo que puede representar en términos cuantitativos las mejoras de eficiencia que se puedan lograr.
Lo que la Comisión establece como objetivo para 2020 es «haber generalizado el enfoque basado en el ciclo de vida; todos los nuevos edificios serán de consumo de energía casi nulo y altamente eficientes en el uso de los materiales, y se habrán implantado políticas de renovación del parque inmobiliario existente, renovándose, con una buena relación coste-eficiencia, a un ritmo del 2 % anual. Se reciclará el 70 % de los residuos de construcción y demolición no peligrosos».
La acción en este campo corresponde en buena medida a la Comisión y a los Estados miembros y el logro del objetivo descansa en buena medida en la aplicación de directivas ya aprobadas, alguna de ellas tan recientemente como la directiva de eficiencia energética, que prevé unas importantes tasas de renovación de edificios públicos.