Las granjas del futuro han de ser rentables económica, social y ambientalmente sin necesidad de subvenciones de cualquier naturaleza. En caso de existir algún tipo de percepción económica para las explotaciones, sólo se entendería socialmente bajo la fórmula del pago por servicios ambientales y sociales que éstas efectivamente presten.
Por Alberto Navarro Gómez. Técnico en la Asociación de Ciencias Ambientales y Foro Asturias Sostenible, y emprendiendo en el medio rural.
La aplicación de una serie de medidas de gestión de las fincas
tiene consecuencia a escala de paisaje. Si éstas son adecuadas,
el paisaje será coherente con el territorio. Las razas autóctonas
de ganado y variedades locales de cultivo suponen un importante factor
de ahorro y de adaptación al cambio climático. Paisaje agrosilvopastoril
de montaña en mosaico de alto valor natural.
http://www.high-nature-value-farming.eu/
Hoy en día las explotaciones agroganaderas dependen fuertemente de las ayudas de la Política Agraria Comunitaria (PAC) para su viabilidad. En España, en muchos casos, sus ingresos dependen en más de un 50% de este tipo de ayudas, particularmente aquellas ganaderías del sur del país o más concretamente de la zona mediterránea. Esto, en buena parte, se debe a la falta de pastos -de siega y diente-, que obliga a la compra de piensos y forrajes durante casi todo el ciclo anual. Es bien conocida la manipulación y especulación con las materias primas que cotizan en la bolsa de Chicago, de las que se depende directamente en la actividad agrícola y ganadera -recuérdese el conflicto agrocombustibles vs cultivos alimentarios-. Si se suma la variación y el incremento de los precios de los combustibles y de la energía resulta catastrófico en las actividades del sector primario. Forzando con ello un patrón de disminución del número de unidades de explotación a la vez que se incrementa considerablemente su tamaño, concentrándose en ciertos sectores del territorio. Además, cabe recordar que la actividad agraria es la que mayor impacto tiene sobre los ecosistemas terrestres. Sin embargo, las pequeñas y medianas explotaciones, generalmente familiares, tienen un papel muy importante en el medio rural, tanto socio-económica como ambientalmente.
Es por ello necesario un cambio en las estrategias y en la gestión de las explotaciones, que conduzcan hacia la rentabilidad económica, pero también social y ambiental. La estrategia general debe basarse en una serie de claves de tipo socio-económica y socio-ambiental, ambas íntimamente relacionadas, y avanzando paulatinamente hacia niveles crecientes de organización. En nuestra opinión, las claves más relevantes serían: el manejo del pasto(s), la despetrolización progresiva y la diversificación de la producción. Pero sin obviar la transformación y comercialización de los productos.
La gestión adaptativa se podría definir como la necesidad de analizar de forma continua -mediante un sistema de indicadores- si las medidas de gestión -preconcebidas en el plan estratégico- coinciden con los objetivos esperados.
El manejo del pasto, es crucial, sin embargo, resulta muy difícil en la región mediterránea, no así en la cantábrica, debido a la falta de, o acceso a los mismos y las inclemencias que impone la climatología. Es muy relevante porque permite reducir o incluso eliminar prácticamente la dependencia externa de la alimentación animal, incrementando notablemente los márgenes de beneficio por reducción de costes de producción. La complementariedad de agricultura y ganadería que se practicaba de forma generalizada antes de la mecanización del campo no era un capricho sino una obligación. Debemos recuperar esos conocimientos empíricos anteriores a la revolución verde y adaptarlos a las necesidades y técnicas actuales. El aprovechamiento de vegas para la producción de forrajes, las compras conjuntas -mediante asociacionismo-, a escala de explotación, cooperativas de productores, parroquias o concejos puede resolver muchos problemas de aquellas explotaciones que no disponen de pastos y/o forrajes. En este punto hay que destacar la importancia de la diversidad de dientes (ovino, caprino, vacuno, equino) para un adecuado manejo del pasto; recordando que la “oveja hace el pasto, la vaca lo deshace”. Se deben establecer sistemas de rotación de los animales apropiados a fin de conservar y mejorar los pastizales, cuidando las cargas ganaderas en función de su capacidad de carga.
La despetrolización progresiva permite una reducción paulatina importante de los costes de producción. Aquí se incluyen la eliminación o reducción de productos derivados del petróleo como son el combustible de la maquinaria, plásticos y sus materiales, fitosanitarios y abonos de origen químico. El empleo de la maquinaria (tractor, desbrozadoras, sierras…) debe ser quirúrgico, es decir, sólo si es estrictamente necesario; primando el empleo de animales y herramientas manuales. Su uso puede resultar más económico compartiéndolo con otras explotaciones, en la modalidad que se ajuste más a las posibilidades y necesidades de cada una (alquiler, préstamo, intercambio, asociacionismo, cooperativismo…). Los plásticos y sus materiales derivados suponen un gasto importante, debe buscarse su reducción, eliminación y cambio por plásticos de origen biológico (plantas y algas). Lo mismo se podría decir de los agroquímicos en general, y de los abonos que deben ser sustituidos por orgánicos, especialmente transformados en humus y compost, lo que reduce o elimina el empleo de los de origen químico, y por tanto de dependencia exterior.
La dimensión económica es muy importante, el flujo de caja es quien manda pero la economía debe estar condicionada, esto es, a servicio de la empresa, las personas y la sociedad, estando supeditada a los pilares empresariales (social y ambiental).
Diversificar la producción parece un mantra repetido especialmente durante las últimas décadas pero es muy acertado. Las grandes empresas lo tienen más complicado debido a sus estructuras artrosadas, de difícil cambio. Sin embargo, las pequeñas y medianas empresas les resulta más sencillo, a priori, adaptarse e innovar, debido a su tamaño son, en principio, más dinámicas. Por otro lado, en el sentido clásico de la economía empresarial, existe la creencia de que una empresa debe centrarse exclusivamente en un tipo único de negocio principal y especializarse a ultranza en él para ser más competitivos. Esto es una verdad a medias, y que a largo plazo puede desembocar en una hiperespecialización que se convierta en una muerte lenta debida a la imposibilidad de adaptarse a los cambios que se impongan en su contorno -léase mercado-. Teniendo esto presente, se debe contemplar, en función de las posibilidades y recursos (humanos, materiales, tiempo), la diversificación de la producción en las explotaciones. El grueso del negocio puede consistir en una producción concreta, pero no se debe desperdiciar la posibilidad o posibilidades de producir otros bienes ligados al proceso de producción principal, tanto nuevos productos como subproductos. Sirva de ejemplo una explotación familiar de carne de vacuno en la que se produzca a su vez humus a partir del estiércol del ganado para comercializar o aprovechar en la producción hortícola y en los pastos. La clave reside en pensar qué “sobra” o de qué se dispone para producir simultáneamente, y obtener así mayor rentabilidad de la producción principal.
Transformar los productos redunda, generalmente, en un aumento del valor añadido del producto de partida, y, por tanto, es capital de cara a rentabilizar económicamente las explotaciones. Aquí es importante pensar en las posibilidades endógenas y del mercado, y donde cobra más sentido la innovación. Un ejemplo sencillo, para ilustrar, es la elaboración de mermeladas a partir de diferentes frutos (moras, frambuesas, grosellas,… de los lindes de las unidades de las parcelas -sebes, muros vivos) o conservas, pero también platos preparados (liofilizados, etc.). Existen ejemplos muy interesantes de innovación, como el jamón de cabra, que necesita solamente de tres meses de curación, y puede abrirse al mercado musulmán.
La comercialización es la asignatura pendiente de muchas explotaciones. La mayoría vende sus productos en bruto a otras empresas (tratantes, distribuidores,…) sin incrementar su valor añadido y sin una estrategia clara y definida. Muchos productores en ecológico venden parte de su producción como convencional, por falta de una estrategia comercial, con la consiguiente merma de sus ingresos. Es, pues, necesario invertir tiempo y dinero en un plan de comercialización y realizar labor comercial, ya sean los propios productores (incluso asociados) destinando parte de su tiempo a esta actividad o incorporar a una o varias personas que se dediquen por entero a ello. A medio y largo plazo tendrá su recompensa si se realiza de forma correcta, adaptada a las necesidades y posibilidades de la explotación. Por consiguiente, debe destinarse tiempo en esta materia e incluso formarse en técnicas de comercialización.
En cuanto a la gestión de la explotación o granja, no puede basarse en la mera producción y el día a día. Ésta debe estar perfectamente planificada y diseñada en base a la estrategia empresarial y al plan del negocio. Es necesario tomarse tiempo en diseñarla respecto a las necesidades que se tengan y objetivos que se pretendan conseguir, y adaptarla según las condiciones del mercado en el que se opere. La gestión adaptativa se podría definir como la necesidad de analizar de forma continua -mediante un sistema de indicadores- si las medidas de gestión -preconcebidas en el plan estratégico- coinciden con los objetivos esperados. Pero para que nos entendamos, se refiere a la revisión y adaptación continua de la forma en que se trabaja a los objetivos marcados y a la evolución del mercado.
Gráfico de Gestión Adaptativa
La dimensión económica es muy importante, el flujo de caja es quien manda pero la economía debe estar condicionada, esto es, a servicio de la empresa, las personas y la sociedad, estando supeditada a los pilares empresariales (social y ambiental). Se trata de una herramienta clave para la consecución de una serie de objetivos, pero no es un fin en sí misma. El fin que se debe perseguir es la salud, con mayúsculas, de las personas y de los ecosistemas de los que dependemos. Como se ha señalado, las ayudas de la PAC suponen una parte considerable de los ingresos de numerosas explotaciones, esto supone una gran debilidad que debe ser superada para la existencia a largo plazo de la actividad agraria. Luego se hace patente la búsqueda obligada y progresiva de la rentabilidad de las unidades de explotación sin subsidio alguno para su viabilidad. En todo caso, solamente aquellos con la forma del pago por servicios ambientales y sociales, que se presten de forma efectiva, serán socialmente aceptados a largo plazo.
La aplicación de estas y otras herramientas no solo conducirá al desarrollo y mantenimiento de la actividad agraria, sino que también lo hará en el desarrollo del medio rural, la conservación y mantenimiento de los servicios ambientales y culturales, así como de la naturaleza y el paisaje. De este modo, además, se contribuirá a la producción saludable de alimentos y a la seguridad y soberanía alimentarias.